LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA


¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...

domingo, 22 de febrero de 2015

LOS SELLOS DEL PEREGRINO




   Los japoneses tienen un sistema "express" de peregrinación de templos en autobús para los que no tienen tiempo de hacerlo a la manera antigua y andariega, que incluye un pequeño documento donde van sellando todas las visitas de su apresurado tour, también el gran viajero Mazzini, que jamás había tocado siquiera una guía de viajes, guardaba un solo registro de su vida, una agendita pequeña con lugares y fechas, y a veces había visitado lugares remotísimos solo por que le gustaba o le hacía gracia como sonaba su nombre...Thiruvananthapuram, allá vamos; quizá sus peregrinaciones también habían sido así, una absurda obligación creada por un capricho irracional, porque no había fervor, ni siquiera una emoción especial, era más bien una formalidad, un ritual a veces fatigoso, cuya extraña pulsión venía del pasado, pero tenía que ir, como el que va a visitar un familiar sin mucho entusiasmo, venciendo la pereza en una discusión interna donde se impone la virtud de cumplir los viejos deberes de la sangre; Benarés, el crematorio de Manikarnika Gath sobre el Ganges, el parque de los ciervos en Sarnath, el árbol Bodhi, un templito de Shiva sobre las aguas termales de Manikaram en el verano de los Himalayas con los rododendros en flor, un laguito y un templo Kagyu en Sikkim, un templo Jaína perdido y vacío en el Sur de Rajastán donde el marmol y el alabastro estaba tallado y tejido como el tapete de punto de una abuelita loca, un templo viejo y oscuro del viejo rey de los Nagas de antes de todos los dioses en la sureña Nagercoil, el único templo dedicado a Brahma, un par de templos de Angkor Vat, las pirámides mayas y los palacios destechados de los señores de Xunantunich, la isla de Flores de los viejos brujos itzá del agua, los volcanes de Atitlán, la isla de Ometepe de los caballeros águila y jaguar, un par de poblados en el Orinoco Medio, el pozo oscuro y musgoso de la calle Escribanos en Moguer con su remate de tumba bereber, las marismas del Tinto, la vieja abadía de Conishead en Cumbria, la puerta norte de la muralla romana en la ciudad de Lincoln, un pequeño dólmen irlandés perdido en un pedregal inmenso, los fuertes en los acantilados de las islas de Aran, unas cuevas con viejos lechos de osos cavernarios, la ciudad bruja de Birongo, la bahía de los piratas en Barlovento, el río Ocklahoma, el lago Okeechobee en la Florida, el palmeral de Aswem en Goa, un diminuto cayo en la berrera de coral beliceña, el agujero azul, un par de cenotes, un Tepuy, el tómbolo de Trafalgar, el desierto del Tar, el del Cuarto Vacío, el del Sahara, el arrecife de las sirenas, la calle Siete Revueltas de Sevilla, donde toda la ansiedad y sospecha que genera lo que nunca entendemos se convirtió en serena y armoniosa certeza, y muchos otros lugares que olvidaba enseguida una vez visitados...Algunos tenían sentido, estaban ligados a ideas, a la belleza, a gustos, leyendas, mitos, experiencias o creencias, a otros era conducido por el azar, pero el reconocimiento y la familiaridad al llegar siempre eran idénticos, una memoria profunda y pegajosa imposible de eliminar, un recuerdo borroso que resiste en algún lugar tan inconsciente como duradero, y siempre la misma satisfacción de haber sellado algo que por fuerza había que sellar en un pasaporte fantástico e imposible, pero al gusto y para el gusto de todos los ancestros buscadores, de todos los monos mutantes que se rebelaron contra su finitud. Quizás todo el mundo tiene esa misma pulsión del peregrino, y sabe que debe pisar determinados rincones del mundo, pero entiendo que a veces es cansado ir tan lejos, o no hay tiempo ni recursos, para visitar a viejos familiares que apenas recordamos, y que para colmo ante la dificultad de reconocernos tendrán que fingir que lo hacen, pero el peregrino tiene que ir hasta allí, recibir y soltar extrañas bendiciones, sellar el documento de lazos antiquísimos y seguir, seguir errando...

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