LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA


¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...

lunes, 11 de febrero de 2013

DIARIO DE UN PILOTO DEL DESIERTO, Editorial Baile del Sol





Este es el diario de un piloto que, como Exupéry, ni se arrepiente de su pasado ni tiene en mucha estima lo porvenir. Como aquel, nuestro piloto ha viajado mucho porque sigue encontrando muy poco sentido a quedarse quieto; y rechaza la quietud porque ya ha visto que desde ese cojín púrpura uno se lo pierde casi todo menos a uno mismo. Cruel paradoja para quien un día se sentó para que ocurriera justamente todo lo contrario.



Así, incluso en zazen, por si acaso daba resultado, nuestro piloto, que es un consumado maestro del arte de la fuga, ha estado huyendo siempre. Unas veces escapa disfrazado de almirante de primera comunión, otras de poeta, mercader, bandolero, pintor, psiconauta, brujo, monje y hasta de yogui si se tercia, por que la cosa es huir, seguir huyendo de sí mismo por que tal vez esta sea la única forma de encontrarse a través de este túnel, laberinto de espejos que es la vida.
También podemos leer este libro como el diario de un agente secreto, un anarquista de la no violencia, o el de un mendigo que sigue sin tener claro qué cansa más, si trabajar o pedir. Un mendigo que pilota en vuelo rasante sobre índices de crecimiento y recesiones económicas mundiales con las que otros han decidido por él qué tiene que hacer nuestro piloto en cada momento, a que lado de la acera de Los Jueves en el mercadillo de la calle Feria de Sevilla se tiene que poner, de qué nacionalidad son los gatos que saluda, a qué pocito ir a beber sin tener que arriesgar la vida, dónde volver a mojarse con la fina llovizna y en qué cuartito los dos tomarse este poquito de veneno que también es la vida.
Aún así, no deja de ser paradójico que sus viajes repitan un círculo sin fin que lo lleva y lo trae de lo mismo a lo mismo. Corta unos lazos y al instante ata otros, se ve atado y no ceja hasta que consigue desatarse; todo antes de que la rutina o el sufrimiento lo paralice, porque él sólo se reconoce en el picor de vivir, entrando y saliendo de los muchos mundos sin sentido de que está compuesto este mundo sin sentido pero con abundantes Bases de Vida donde recalar, observar, abrazar, preparar los afectos, completar la plenitud, prepararse para la siguiente misión, la posterior caída, su dolor, el próximo desierto, su imperio sobre nada.
          Del prólogo de Antonio Orihuela a Diario de un piloto del desierto de Daniel  Macías.
     







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